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Un Tsunami en el motor de Japón


Paradas un mes por la falta de piezas y los apagones, las fábricas de coches niponas y sus industrias auxiliares intentan retomar la producción.

Los habitantes de Koromo estaban tan agradecidos a Toyota que, en 1959, cambiaron el nombre de su ciudad por el de la famosa marca de coches japonesa. Al abrir dos décadas antes su primera fábrica de automóviles, Toyota había traído el progreso, la riqueza y el empleo a esta pequeña localidad enclavada en la sureña prefectura de Aichi. Hoy alberga 12 de las 25 plantas que la compañía gestiona en Japón y da trabajo a 60.000 de sus 70.000 empleados. Eso directamente, porque 90.000 de los 400.000 habitantes de Ciudad Toyota trabajan en las industrias auxiliares repartidas por el municipio, que suman un tercio de sus 1.400 fábricas. Más del 80% de los asalariados de Ciudad Toyota viven del potente sector del automóvil nipón, duramente golpeado por el tsunami del 11 de marzo. Aunque las olas gigantes devastaron la costa noreste del país, sus efectos se han dejado sentir en otros lugares más alejados. En la zona afectada había importantes fábricas de piezas y componentes como la única del mundo del pigmento para la pintura «Xirallic», cuya destrucción ha causado retrasos en la entrega de modelos rojos y negros. Además, el impacto del tsunami en las centrales nucleares, plantas térmicas y tendido de alta tensión ha mermado la producción de electricidad y provocado apagones rotatorios que obligaron a cerrar durante un mes las plantas de Toyota, Nissan y Honda. Con sus correspondientes pérdidas millonarias, las tres han dejado de fabricar, respectivamente, 260.000, 55.000 y 46.000 coches. Sus sucursales de Estados Unidos y Europa también han resultado perjudicadas por el desabastecimiento de piezas y vehículos. Toyota pide perdón Gradualmente, las marcas niponas intentan reabrir sus cadenas de montaje y Toyota, el primer fabricante mundial de automóviles, retomó la producción al 50 por ciento de su capacidad el pasado lunes. La compañía, que el viernes pidió públicamente perdón a sus clientes, ha anunciado que su producción no volverá a la normalidad hasta finales de año. «Tras el tsunami, estuvo todo parado y sólo hacíamos trabajos administrativos», explica un empleado con el uniforme de la compañía a las puertas de la planta Motomachi de Ciudad Toyota. De esta fábrica, fundada en 1959, salen modelos emblemáticos como el Crown y el híbrido Prius, que se alimentan de los pequeños talleres de piezas de los alrededores. «Llevamos un mes sin trabajar para Toyota. Sólo hemos abierto un par de días a la semana para entregar unos pedidos a Mitsubishi, pero no a la marca de coches, sino a su división eléctrica», se lamenta Masaru Fujiwara, gerente de una planta de plásticos, asientos e interiores ubicada a pocos metros de Motomachi. Su familia lleva décadas suministrando componentes a Toyota y vivió una época dorada entre los años 50 y 80, pero Fujiwara no ve tan claro el futuro. «El negocio cae en picado», se lamenta. El tsunami ha dado la puntilla a un sector que sufre la crisis financiera y la caída de las ventas por la revisión el año pasado de nueve millones de modelos Toyota por fallos en el freno y el acelerador. A todo ello se suma la competencia feroz de los suministradores chinos y del sureste asiático, con salarios mucho más competitivos. «Antes, los precios de las piezas eran altos y permitían pagar buenos sueldos, pero hace diez años tuvimos que ajustarlos al máximo porque Toyota redujo un 30% el coste de producción del Crown», recuerda el empresario, que lleva 13 de sus 40 años en Fujiwara Sangyo. El taller está a oscuras y en silencio, justo lo contrario de lo que se espera. De sus 30 empleados, apenas han venido diez para apilar cajas de parasoles y moldear unas piezas de plástico en un par de tornos, iluminados tenuemente en medio de la penumbra que envuelve a la vacía cadena de montaje. En el polígono industrial, las fábricas tienen el cierre echado y por sus desiertas calles no circulan camiones. Bajo una música ensordecedora y machacona, el único ajetreo viene del salón «pachinko», donde hileras de trabajadores de Toyota matan el tiempo jugándose los cuartos en las tragaperras. Fuente: abc.

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